domingo, 18 de marzo de 2012

Crónicas desde el cielo. Aún me recuerdan (Raquel Meller)16/09/2010

Raquel Meller
Tras la del Cipri surgió una nueva Crónica desde el Cielo, que va dedicada a la figura de la inolvidable Raquel Meller.
Crónicas desde el cielo: “Aún me recuerdan”

-“Ya está acabando septiembre, ya los cielos se tornan plomizos ya se van acortando los días y ya comienza a oler de esa manera característica de los días de otoño en Barcelona, ese olor entre dulce y ácido que siempre produce el salitre de la mar”.
-¡Cuanto hecho de menos el que las olas de la mar acaricien mis pies!”- piensa la bella Raquel, sentada en su mecedora de las alturas, mientras se arropa con un suave mantoncillo negro de lana.
-“Por una parte encantaría volver allí abajo, ya que sólo puedo verlo a través de mi ventana celeste, pero por otro lado, pienso que para que voy a hacerlo si ya nadie me reconocerá.
-“ Todos mis amigos, mis compañeros, mis admiradores, mis padres e incluso mis dos maridos están aquí conmigo”,una nube de melancolía nubla sus grandes ojos negros, aquellos que en tiempos conquistaron a medio planeta tierra.
“Sería tan bonito volver a Paris, a Nueva York, volver a pasar por las bellas tierras americanas y volver a ver mi bella España…
Sentirme de nuevo acompañada por los acordes de tantas bellas melodías tocadas por pequeñas orquestinas de café o por grandes orquestas en los teatros”- su mirada queda perdida en una luz potente y cegadora que mana de una estrella fugaz que acertaba a pasar por el balcón de sus casa en las estrellas.
Raquel, la bella Raquel, con más morriña que nunca, prosigue con sus pensamientos en voz alta.
“No, no es que me queje, aquí vivo estupendamente, tengo todo cuanto quiero, aquí no existe el dolor, todos me miman, incluso todos los perritos que me acompañaron en mi vida terrenal y que me siguen adorando en esta vida eterna y etérea.
Hasta mi adorado amor alemán, mí querido Meller, al que le robé su apellido está siempre pendiente de mi…”
Raquel acaba de ser interrumpida en sus divagaciones por una voz muy fina, con un acento marcadamente francés:
-¡Frrrrancisca, Frrrrancisca”, ¿Estás ahí? – grita estridente.

-“Sí, tía, estoy aquí, ¿Qué quieres?, ¿qué pasa?, ¡Te he dicho cientos de veces que no me llames Francisca. ¡Yo soy Raquel, Raquel!, ¡La Meller!, y no quisiera que nadie olvidara eso jamás – le contesta airada.
La figura que acompaña a aquella voz afrancesada es una monja menudita con hábito de Clarisa, que un poco asustada por la reacción de su sobrina, le dice:
“Porr eso te llamo, “ma petite fille”, porr eso te vengo a buscarr. ¿Sabes lo que acabo de escucharr en la rradio estelarr?
¿El qué?- le pregunta Raquel intrigada.
¡Que no has sido olvidada “mon amour”, que en tu Barrcelona, hace años que tienes una estatua cerrquita de “tu” teatrrro Arrnau¡
Que tus discos y películas son ahorra, verrdaderras joyas de coleccionistas. Que errres motivo de exposiciones, de charrlas, de prrreguntas de los concurrsos y… ¡Lo mejorr, lo mejorr!...
Raquel cada vez más nerviosa a la vez que orgullosa le pregunta:
¡Tía, ¿qué es lo mejor, después de todas esas maravillosas noticias que me traes?, ¡Dímelo ya!
No seas impaciente, “mon étoile”, Lo mejorrr, es que desde aquí, Sin ni siquiera moverte de tu palacio entrre las nubes, alguien rrrecordando tu bella mirrada te ha hecho un espectáculo “¡merveilleux, fantastique!, parra ti solita en la que vuelves a cantarr cada noche tus canciones…
Lo han llamado:”Porr los ojos de Rraquel Mellerr”, porr tus ojos “mon ciel”… ¿Estás contenta?
Raquel, esboza una sonrisa mientras toma de la mano a su tía, la tía que casi la crío, aquella que cuido tantos años de su educación en Francia, mientras le dice plena de satisfacción:
¡Lo sabía, lo sabía, sabía que aún me recordaban, no podía ser que me hubieran olvidado!, ¡Fue tan triste en mis últimos años en el otro lado!…
¡Sabía que volvería a triunfar, porque lo bueno siempre triunfa!, ¡Siempre vuelve a estar de moda!, aunque ahora mismo tía, solamente puedo pensar en que aquí, apartada de la tierra, en este cielo azul lleno de nubes y estrellas y a pesar de haberme ido para siempre, ¡Sigo viva!, porque nadie se muere del todo, cuando alguien le recuerda, ¿Verdad, tía?-pregunta radiante como una de las estrellas que las rodean, mientras ayuda a sentarse a la anciana.
También Raquel se vuelve a sentar en su mecedora, mientras canturrea por lo bajinis:
“Como aves precursoras de primavera, en Madrid aparece La violetera…” y sonríe.

Biografía de Raquel Meller
(Francisca Marqués López; Tarazona, 1888 - Barcelona, 1962) Cantante y actriz de cine española, uno de los mitos de la canción popular y del cine mudo español. Conocida en un principio como "La Bella Raquel" y más tarde por Raquel Meller, debutó en el mundo del espectáculo sobre los escenarios del Paralelo de su ciudad natal. Su capacidad de seducción y su manera de hacer suyo aquello que cantaba la convirtieron en estrella en poco tiempo. Incluso París fue sensible a sus encantos. Dos cuplés, especialmente, han quedado para siempre asociados a su nombre, ambos del maestro Padilla: La violetera y El relicario.

De familia humilde, en 1907 debuta en varios teatros de Barcelona y Madrid. Sus primeros éxitos como cantante y cupletista llegaron a principios de la década de los diez. En 1919 contrajo matrimonio con escritor guatemalteco Enrique Gómez Carrillo. Esta unión dio mucho que hablar al hallarse de por medio la famosa espía Mata Hari (la holandesa Margarita Gertrudis von Zelle van Der Meulen, que llegó a España en 1907), hacia la que el joven periodista mostraba cierto interés. El matrimonio apenas duró cuatro años.
En el mundo del cine español, ávido de rostros populares sobre los que sostener la escuálida producción de la época, dio su primer paso en Los arlequines de seda y oro (1919), de Ricardo de Baños, que logró una excelente acogida gracias a su protagonista. Esta película fue distribuida con mucho menos metraje en el extranjero con el título La gitana blanca. Raquel se trasladó a partir de este momento a París, y compaginó a lo largo de los siguientes años su actividad en el escenario con la participación en películas como La rosa de Flandes (1922) y Violetas imperiales (1924), ambas de Henry Roussel, o Carmen (1926), de Jacques Feyder, entre otras.
Estuvo en Hollywood y rodó varios cortometrajes con canciones. Tras la consolidación del cine sonoro sólo intervino en una nueva película, una nueva versión de Violetas imperiales (1932), firmada también por Roussel. De su repertorio musical cabe destacar Agua que no has de beber y Mala entraña, compuestas por Martínez Abades; El relicario, de Oliveros, Castellvi y Padilla; y La violetera, de Montesino y Padilla.




4 comentarios:

  1. Impecable porque en esta crónica, demuestras, una vez más, tu conocimento del personaje. Ella te sonríe desde el cielo (y eso que no es muy dada a confianzas) Claro que toene una vista... y cuando adivina que el que tiene enfrente es sincero, pues se entrega y para siempre.
    Felicidades

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  2. Gracias Hugo, viniendo de ti, el comentario cobra más valor. RAQUEL Y YO, TE LO AGRADECEMOS.

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